-Hola como estas, que de tu vida, oye juntémonos a tomar un café.
-Ya po’, lo veo en mi agenda y te aviso.
-Pero algo simple, un café, o un pucho en la banca de la esquina.
-Por eso, lo veo en mi agenda, vemos donde nos juntamos y listo. Pero elige un buen lugar. Me cargan los lugares llenos, o los que venden solamente café, sin nada para comer, o los que cobran muy caro, o los que venden un café mas malo que el de tarro, o los…
Al otro mes en el café, después de varias confirmaciones del local, la fecha y la hora:
-Y que es de tu vida, como está tu mamá, la tía Marcela, y don Sergio…
-Ellos bien, gracias. Yo estoy haciendo un proyecto con unos gringos. Súper peludo todo, pero ahí, con harta pega, justo tengo una reunión más rato con eso. Además tengo proyecciones de irme a USA, así que con mucha pega no más.
-Mira que bien, pero cuéntame de ti po', sigues pololeando.
-Si, pero no he visto mucho a la Javi, es que justo esta semana estaba en una reunión con unos compañeros de la pega. A propósito de esto, te acuerdas del sistema de gestión que vimos en la U, lo estoy usando con el proyecto de los gringos, pero es peluo, pucha que me tiene estresado esa cuestión. Chucha!! Se me hizo tarde, me tengo que ir, nos vemos -se para y se va.
Este es el problema más común de la sociedad. Será que somos masoquistas, pero siempre pretendemos llevar los problemas a todas partes, no nos olvidamos ni en las reuniones familiares del domingo, del informe que hay que presentar el lunes, de que el martes tienes una reunión con no se quién, que el miércoles hay que hacer una presentación y juntarse con la gente del proyecto X, y así sigue la cosa hasta el almuerzo del domingo que sigue. Es increíble, pero persistimos en llevar un orden exacto de todo lo que tenemos que hacer, donde no puede fallar nada.
Algunos más, algunos menos, pretendemos tener el control absoluto de todo, sin dejar al azar ni el más mínimo detalle. Es así como poco a poco vamos perdiendo la capacidad de valorar los momentos íntimos y simples, pero que guardan un conjunto mayor de sentimientos que la ultra pactada y archi ensayada reunión de agenda.
Se esta perdiendo esa cosa de juntarse con los amigos (o conocidos, a esta altura da lo mismo) a tomarse una botellita de vino con algo para picar, y conversar largo y tendido sin importar donde y cuando. O eso de tomarse una cafecito donde sea, con tal de encontrarse con el otro. Ahora no, si hasta ese cafecito debe ser agendado, confirmado y presupuestado.
Y la cosa no termina ahí. Si es que nos llegamos a juntar, la reunión esta llena de comentarios acerca de la cantidad de pega que tiene cada uno, de que estamos metidos en tal o cual proyectos. La simple reunión de amigos ya parece competencia, onda EL ESTRESADO DEL MES: el que tiene más pega, el que odia más a su jefe, al que más se lo chaquetean, el que tiene más compañeros envidiosos, ese gana.
A veces hecho de menos juntarme a comer un pan con queso y un vaso de jugo con algún amigo, y escuchar alguna canción de moda, mirando el techo y hablando de cosas como ésta, sin la preocupación de la reunión más tarde, o de que estoy atrasado en la entrega de algún proyecto. Solo reunirse con otra persona a compartir vivencias, penas y olvidos. Solo dos reglas: sin tratar de impresionar, y sin un reloj de por medio.